martes, 23 de mayo de 2017

Construcciones religiosas: monasterios

Un monasterio es un edificio donde habita uno o varios monjes en clausura. Originalmente un monasterio era la célula de un anacoreta. Los monasterios cristianos son también llamados abadías, (regidas por un abad) o prioratos, (regidos por un prior). La vida comunitaria de un monasterio se denomina cenobitismo, en contraposición con la vida anacorética de un ermitaño. La palabra "monasterio" también se utiliza para referirse a este tipo de comunidades de otras religiones.

La palabra "monasterio" procede del griego monasterion, de la raíz mono («uno solo»), ya que originariamente todos los monjes cristianos eran ermitaños y muy solitarios.
La vida monástica para los cristianos empezó poco tiempo después de la muerte de Jesús. Los primeros cristianos compartían sus posesiones y llevaban una vida de entrega a Dios.
En el siglo III, san Antonio, un cristiano egipcio, —que vivió desde mediados del siglo III a del IV— reflexionó sobre las palabras de Jesús, Ve, vende todo lo que posees y dáselo a los pobres, y entonces él y sus seguidores abandonaron todas sus posesiones y marcharon al desierto de Egipto (en la llamada Tebaida) y Siria. De esta manera creían vivir más cerca de Cristo dedicándose a la oración y la contemplación.
Inicialmente vivieron solos, pero poco tiempo después decidieron unirse y habitar en cuevas o chozas construidas por ellos mismos, sencillas pero suficientes como para hacer su vida de oración en comunidad.
En el siglo VI san Benito creó una comunidad, y estableció reglas de convivencia que luego sirvieron de base para otras órdenes. Los seguidores de san Benito hacían tres promesas: abandonar todas sus posesiones personales (voto de pobreza), no mantener relaciones sexuales (voto de castidad), y seguir las reglas de la vida monástica obedeciendo al abad (voto de obediencia).

En la Edad Media, los monasterios evolucionaron completando su entorno con granjas, hospitales y otros edificios.

Más tarde aparecieron otras órdenes que establecieron sus propias como los cartujos o los cistercienses, monjes benedictinos de la estricta observancia conocidos como monjes blancos, debido a que utilizaban hábitos de lana sin teñir. Esta congregación fue fundada en 1098 por san Roberto de Molesmes, san Alberico y san Esteban Harding, en la Abadía de Citeaux, que da nombre a la orden. Uno de sus personajes de mayor repercusión es san Bernardo.

En la segunda década de siglo XIII se crearon dos nuevas órdenes: los franciscanos (1210), que se guiaban por las enseñanzas de san Francisco de Asís; y los dominicos (1216) seguidores de santo Domingo. A diferencia de las órdenes monásticas, las nuevas órdenes mendicantes establecían sus casas —conventos— en las renacientes ciudades y no en despoblados, profesaban la pobreza, combatían la herejía cátara y proporcionaron enseñantes para las nuevas universidades. Sus miembros serían conocidos como «frailes»





BENEDICTINOS, LOS MONJES NEGROS

La Orden de San Benito es la orden religiosa fundada por Benito de Nursia a principios del siglo VI en la abadía de Montecassino.

Siguiendo su ejemplo e inspiración, diversos fundadores de órdenes religiosas han basado la normativa de sus monasterios en la Regla dejada por Benito, cuyo principio fundamental es "Ora et labora", es decir, Oración y Trabajo.

Durante el transcurso de su historia, la Orden Benedictina ha sufrido numerosas reformas, debido a la eventual decadencia de la disciplina en el interior de los monasterios.

La primera reforma importante fue la hecha por Odón de Cluny en el siglo X; esta reforma, llamada cluniacense (nombre proveniente de Cluny, lugar de Francia donde se fundó el primer monasterio de esta reforma), llegó a tener un gran influjo, hasta el punto que durante gran parte de la Edad Media prácticamente todos los monasterios benedictinos estaban bajo el dominio de Cluny.


      

CISTERCIENSES, LOS MONJES BLANCOS

Tanto poder adquirido llevó a la decadencia de la reforma cluniacense, que condujo a la reforma cisterciense, palabra proveniente de Císter (Cîteaux en idioma francés), lugar de Francia donde se estableció el primer monasterio de esta reforma. Buscaban apartarse del estilo cluniacense, que había caído en la indisciplina y el relajamiento de la vida monástica. El principal objetivo de los fundadores de Císter fue imponer la práctica estricta de la Regla de San Benito y el regreso a la vida contemplativa.


El principal impulsor de la reforma cisterciense fue san Bernardo de Claraval (1090-1153), que se convirtió en el principal consejero de los papas, predicó la Segunda Cruzada y fundó hasta 68 monasterios.

La Orden cisterciense (en latín: Ordo Cisterciensis, O.Cist.), igualmente conocida como orden del Císter o incluso como Santa orden del Císter (Sacer Ordo Cisterciensis, S.O.C.), es una orden monástica católica reformada, cuyo origen se remonta a la fundación de la Abadía de Císter por Roberto de Molesmes en 1098, que sigue siendo la sede central de la Orden del Císter y se encuentra ubicada donde se originó la antigua localidad romana Cistercium, próxima a Dijon, Francia, en la comuna de Saint-Nicolas-lès-Cîteaux, del departamento de Côte-d'Or de la región de la Borgoña. Esta abadía fue llamada Novum Monasterium por Roberto de Molesmes para diferenciarla del monasterio de Molesmes, de donde procedía.

La orden cisterciense desempeñó un papel protagonista en la historia religiosa del siglo xii. Su influencia fue particularmente importante en el este del Elba donde la orden hizo «progresar al mismo tiempo el cristianismo, la civilización y el desarrollo de las tierras».1

Como restauración de la regla benedictina inspirada en la reforma gregoriana, la orden cisterciense promueve el ascetismo, el rigor litúrgico dando importancia al trabajo manual. Además de la función social que ocupó hasta la Revolución francesa, la orden ejerció una influencia importante en los ámbitos intelectual o económico, así como en el ámbito de las artes y de la espiritualidad.

Debe su considerable desarrollo a Bernardo de Claraval (1090-1153), hombre de una personalidad y de un carisma excepcionales. Su influencia y su prestigio personal hicieron que se convirtiera en el cisterciense más importante del siglo xii, pues, aun no siendo el fundador, sigue siendo todavía hoy el maestro espiritual de la orden.a

En nuestros días, la orden cisterciense está formada por dos órdenes diferentes. La orden de la «Común Observancia» contaba en 1988 con más de 1300 monjes y 1500 monjas, repartidos respectivamente en 62 y 64 monasterios. La Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia, también llamada O.C.S.O., comprende hoy en día cerca de 2000 monjes y 1700 monjas, comúnmente llamados trapenses porque provienen de la reforma de la abadía de la Trapa, repartidos en 106 monasterios masculinos y 76 femeninos.3 4 Las dos órdenes cistercienses actualmente mantienen vínculos de colaboración entre ellas.

Su hábito es túnica blanca y escapulario negro, retenida por un cinturón que se lleva por debajo; el hábito de coro es la tradicional cogulla monástica, de color blanco. De hecho, se los llamó en la Edad Media «monjes blancos», en oposición a los «monjes negros» que eran los benedictinos. También es frecuente la denominación «monjes bernardos» o simplemente «bernardos», por el impulso que dio a la orden Bernardo de Fontaine.


Aunque siguen la regla de san Benito, los cistercienses no son propiamente considerados como benedictinos. Fue en el IV Concilio de Letrán en 1215 cuando la palabra «benedictino» apareció para designar a los monjes que no pertenecían a ninguna orden centralizada,b por oposición a los cistercienses.



   

Nadie duda que los monasterios fueron una de las más importantes instituciones medievales (si no la que más).

Gracias a a la actividad de los monasterios se mantuvo viva la llama de la erudición romana, el cultivo de las artes y, por ejemplo en España, una intensa labor repobladora y de estabilización de territorios yermos o disputados entre moros y cristianos durante los largos siglos de la reconquista.

Ya desde los primeros años del Cristianismo y durante todo el periodo tardorromano y altomedieval era frecuente que personas de toda condición abandonasen pueblos y ciudades para refugiarse en bosques y montañas en busca de una vida aislada de carácter espiritual.

En ocasiones, estos eremitas elegían lugares comunes para vivir y se formaban verdaderas comunidades y monasterios embrionarios que más tarde se convertirían en cenobios organizados.

El verdadero "padre" del monasterio medieval occidental fue San Benito de Nursia.

San Benito, después de una intensa vida religiosa, incluyendo tres años de vida eremítica, fundó el Monasterio de Montecasino. Allí redactó, hacia el año 540, sus célebres Reglas, que establecen la humildad, la abnegación y la obediencia como ejes fundamentales de la vida del monje.

Al acceder a la comunidad se abandona el mundo al aceptar los votos de castidad, pobreza y obediencia ya que el modelo de monasterio de San Benito establece la clausura como modo de preservar la integridad moral:

"El monasterio ha de construirse de tal manera que todo lo necesario, es decir, el agua, el molino, el jardín y los diversos oficios, radique en su interior, de suerte que los monjes no se vean obligados a andar fuera de acá para allá, porque esto no es bueno para sus almas".

Pero este aislamiento es relativo pues se permite el contacto y hospitalidad hacia huéspedes, peregrinos y novicios.

Otro de los preceptos más importantes de la regla benedictina, y que será fundamental para la evolución del mundo medieval , es el que establece la necesidad del monje de trabajar como auxilio del alma:

"Ora et labora"

Y decimos que es fundamental pues gracias a ello, los monasterios medievales en general y los románicos en particular fueron centros de gran producción artística, especialmente en los campos de la eboraria (arte de la escultura en marfil), esmaltería, orfebrería e iluminación de manuscritos.

En lo social, este ánimo al trabajo permitió también la roturación de territorios vírgenes, producciones agrícolas, asentamientos de población, etc.

Los Monasterios Cluniacenses

En la España del norte, durante los difíciles siglos VIII y IX existieron numeroso monasterios. Se trataba de cenobios pequeños, sostenidos por modestos donantes que seguían diversas reglas como la de San Fructuoso o San Benito.

En el siglo X comienzan a constituirse monasterios más importantes de tipo casi siempre benedictino.

El siglo XI será clave para el desarrollo monástico en toda Europa de la mano orden benedictina de origen francés, Cluny.

En España, Cluny es respaldada por Alfonso VI en Castilla y León por lo que se construyen importantes monasterios cluniacenses durante este siglo y otros ya en funcionamiento son incorporados a la Orden.

La organización de las diferentes dependencias de los monasterios románicos cluniacenses se basó en el antiguo monasterio carolingio de Saint Gal que esta orden reproduce en su propio Monasterio construido alrededor del año 1043.

El románico le debe mucho a la Orden de Cluny. En lo que respecta a España, el arte románico internacional tiene dos impulsores básicos: el Camino de Santiago y los monasterios cluniacenses.



Los Monasterios Cistercienses 

A Orden de Cluny nace como respuesta a la vida lujosa de los cluniacenses. Cambia el color del hábito (blanco en contraposición al negro de los de Cluny) y establece una estricta vuelta a los preceptos de austeridad de San Benito.

En lo relativo al arte, San Bernardo de Claraval establece un modo de arquitectura basada en la línea, sin apenas decoración escultórica o pictórica ni vidrieras coloreadas, de grandes proporciones monumentales.

Emplea con insistencia algunas innovaciones ya aparecidas en el románico de comienzos del siglo XII como el arco apuntado y la bóveda de crucería, que posteriormente el auténtico gótico empleará de manera mucho más vanguardista y con un radical cambio conceptual.

Los monasterios románicos cistercienses se construyen en lugares apartados y en ocasiones idílicos, junto a un pequeño río o arroyo que proporcione agua suficiente.

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